
La representante en la Convención Constitucional por el pueblo mapuche viene de un linaje en el que sus bisabuelos pelearon contra el Ejército chileno por la ocupación de la Araucanía en el siglo XIX. Hoy, con su nuevo rol, esta académica y lingüista que ha participado en reivindicaciones de tierras, siente que cierra un ciclo. “Toda la vida mi familia buscó esto: decidir. Y eso es lo que vengo a hacer yo”, dice.
Por estos días Elisa Loncon profesora de inglés de la Universidad de La Frontera, con cursos de postítulo en el Instituto de Estudios Sociales de La Haya y en la Universidad de Regina en Canadá; magíster en Lingüística de la Universidad Autónoma Metropolitana, en México; un PhD en Humanidades de la Universidad de Leiden, y otro en Literatura en la Católica, está dedicada, junto a otros convencionales, a preparar el trabajo que se dará en el Palacio Pereira en julio próximo.
De hecho, la semana pasada tuvo la primera reunión de la Vocería de los Pueblos, una instancia que agrupa a independientes y algunos representantes de los pueblos originarios. —A nosotros (los mapuches) nos interesa mucho lo del reglamento y yo me he permitido decir que deben dejarnos trabajar en mapudungun y conciliar la forma de decisión de los pueblos —dice.
De esa reunión emanó una carta en la que se estableció que “el poder constituyente originario es un poder plenamente autónomo” y se definieron seis puntos que presentaron como “garantías democráticas” de cara a la Convención; entre ellos, a la prisión política en Chile, liberando a todos las y los presos de la revuelta y mapuche” y terminar con la “total impunidad por la violación sistemática de los derechos humanos de ayer y hoy” y “la desmilitarización de Wallmapu /La Araucanía”. Esta carta fue firmada por 34 de los 155 constituyentes, También dice que la Convención no se debe regir por las normas del acuerdo del 15 de noviembre de 2019. —¿ Para la Vocería de los Pueblos, esos seis puntos son indispensables para sentarse a trabajar en la Convención? —Planteamos que esos puntos son indispensables como temas básicos que tienen que conversarse al inicio.
No es un ultimátum, es una carta que pone temas para buscar una solución. —¿ Qué significa eso? —La carta no dice que no vamos a trabajar o que vamos a hacer un paro si no se cumplen esos puntos.
Dice que estos temas son importantes y que fuimos mandatados por sectores que nos indican que tenemos que resolverlos. —Pero el mandato que tienen los convencionales no tiene que ver, por ejemplo, con la libertad de los presos políticos.
Eso les corresponde a los tribunales, —Son parte del contexto, del diagnóstico, del Chile herido y de donde nace la voluntad de cambiar la Constitución (… Si estuviera garantizado el derecho a la protesta o a la defensa de la tierra, no tendríamos la criminalización ni montajes que hasta ahora se han realizado, No podemos decir que vamos a sentarnos a legislar y escribir la Constitución y lo demás no nos pertenece.
Son temas ligados. —En Chile hay independencia de los poderes del Estado. —Hay independencia, pero nosotros fuimos electos por sectores de la sociedad que están siendo afectados por la política del Poder Judicial y del Poder Ejecutivo, y a raíz de eso se generó la posibilidad de hacer el cambio de la Constitución. —Una carta como esta, ¿no pone en riesgo la Convención? —No, no la pone en riesgo.
Al contrario, le da salud, le da posibilidad de que hablemos temas de fondo, y también se abre la puerta para que empecemos a escuchar al otro distinto y no lo miremos con miedo, como se nos ha mirado todo el tiempo. No estamos declarando la guerra, estamos hablando de derechos y de memoria histórica.

Mural en Santiago de Chile, obra del artista @caoizama
Estos son puntos para una discusión, para profundizar, para resolver (.). Los otros poderes tienen que colaborar, y no les costaría nada hacer justicia y dejar en libertad a los presos. —La gente votó un plebiscito donde las reglas eran claras. —Cuando nos llamaron a votar fue para saber si queríamos o no una nueva Constitución y hubo tres cambios que se hicieron después: inclusión de pueblos originarios e independientes y la paridad. Eso significa que el reglamento se puede modificar y en eso vamos a trabajar. Wn Elisa Loncon (58 años) explica que hace seis meses no pensaba en ser constituyente. Se lo habían pedido, pero para ella no era una posibilidad —Y te digo, es fuerte que voten por ti y que digan sí o no.
Jamás tuve que pasar por una campaña, lo ‘mío eran las clases, la investigación, la docencia y también las opiniones, pero nada con ir a pedirle a alguien que vote por ti La académica de la U. de Santiago está sentada enel escritorio de su casa en la comuna de Peñalolén, rodeada de sus libros, con una bandera mapuche colgada a su espalda —Mi mamá tiene 86 años y anda en silla de ruedas. Fue la primera en ir a votar por mí. Ella me dijo, tras salir electa, “por fin ganamos, hija”. Es la primera vez que siente que ganó algo, porque cuántas veces su padre preso, su marido también.
Ella hoy dice: “Ojalá mis hijos y nietos tengan un mejor pa Porque ella tiene la vivencia de los sufrimientos que tuvieron ellos y nosotros de niños Loncon nació en una comunidad mapuche, cerca de Traiguén, y creció junto a sus padres, hermanos, tíos, primos y abuela. —Teníamos una ruca donde pasábamos el día, ahí comíamos, y teníamos dos casas para alojar, una de la familia de mi padre y otra donde estaba la familia de mi abuela con la hermana de mi papá Cuando llegaba gente, se quedaban en la ruca. É mos una familia bonita. Ella es la cuarta hermana de siete.
Dice que su padre, Juan Alberto Loncon Huaiquimil, fue fundamental en su formación. —Él aprendió y a escribir a los17 años, pero incluso con esa dificultad fue una persona muy culta, era un gran lector. De hecho, la primera persona que me habló de Amanda Labarca fue él. Con el tiempo se compró una máquina de escribir y estudió las leyes y la política por su cuenta. Estamos hablando de los años 60, en esa época ya se hacían recuperaciones de tierra en mi zona. Mi abuelo entraba con su comunidad organizada, y siempre iban presos, y había que redactar unos informes para sacarlos libres y hacer comunicación a la prensa. Mi papá, con su máquina de escribir, lo hacía.
Su padre se dedicó a hacer muebles, tenía un taller en Traiguén. También fue candidato a diputado en 1969 por la Unión Socialista Popular, pero perdió —Mis antepasados fueron aliados de José Santos Quilapán, que resistió la ocupación militar de la Araucanía en la zona de Malleco. Mi bisabuelo era Loncomil, aliado de Quilapán. Ellos resistieron juntos en la segunda mitad del siglo XIX y aunaron a las fuerzas mapuches para eso. Cuenta que toda esa historia de su linaje fue transmitida oralmente de generación en generación, y que a ella le quedó marcada a fuego. Entonces, muestra un libro de fotografías donde se ven sus abuelos en una ceremonia antes de iniciar una reivindicación de tierras.
Aparecen con harina tostada en las manos, una ofrenda a la tierra, explica ella, para que les fuera bien Señala que sus abuelos siempre quisieron que sus hijos se educaran, pero que para los mapuches nunca ha sido fácil, menos en ese tiempo. Su madre lo intentó. —Ella tenía que ir caminando a Lumaco, descalza, imagínate. A veces llovía y su chal se volvía más pesado con la lluvia. Llegaba a clases y se sentaba en la sala con su chal mojado, y tenía que pasar toda la jornada así. Pensar en eso para mí es triste y doloroso. Incluso en esa época no les daban comida en la escuela, tenían que llevar su pancito para comer o su harina. Luego de estar tres años y aprender a sumar, restar y leer, su madre pidió a su familia que la sacaran de la escuela porque “sufría mucho”, dice.
Elisa Loncon llegó al colegio en Traiguén a cuarto básico, Ella ya sabía un poco de español, porque sus hermanos lo hablaban. Pero recuerda ese cambio con algo de dolor. —Tenía que viajar todos los días en micro para ir ala escuela, La clase empezaba alas 2 dela tarde. A veces me iba temprano y llevaba mi carro de verduras o huevos. Y en esa escuela yo ya no era la niña de comunidad donde todos éramos familia, conocíamos a los mismos personajes y teníamos los mismos imaginarios de mundo en nuestra cabeza.
En la escuela de campo éramos todos iguales, pero en la ciudad ya no, Llegué a un curso donde solo había una niña mapuche, el resto eran niños de ciudad, algunos con herencia de colonos, medios italianos unos y medios alemanes, otros. Ahí se inició para mí la discriminación. “Yo erael bicho raro, porque uno tenía que ir con jumper y yo no tenía. Entonces, mi mamá me hizo un vestido azul y una chomba de lana de oveja, muy bonita, que ella tejió. Mis compañeros me tiraban la lana y decían: Estamos esquilando a la Y las niñas me tiraban la ropa y me decían: Esta india”. Sin embargo, cuenta, nunca pensó en dejar los estudios. Yo aprendí a leer, y cuando uno aprende a leer, aprende que hay otros mundos, que el tuyo ya no es el único que existe. Recuerda que las dificultades siguieron cuando estudiaba Pedagogía en inglés en la universidad. —Un día llegué a mi casa y le pedí plata a mi mamá para comprarme materiales, unos diccionarios. Yo tenía crédito fiscal, pero estaban esos gastos que eran extras. Ella trabajaba en la huerta y mis hermanos menores estaban estudiando. Entonces me dijo que no tenía nada para vender, que no había plata y que por qué mejor no dejaba los estudios y volvía ala casa para trabajar con ella. Para mí fue muy triste, pero ahí mi papá me dijo que iba a vender un mueble y que ese dinero sería para lo que yo necesitaba, así es que seguí en la universidad.
Para juntar dinero para su casa y sus estudios, Loncon relata que trabajó durante todos los veranos como empleada doméstica puertas adentro en Pucón. —A veces trabajaba como cocinera, otras veces cuidaba guaguas, Durante todos esos años nunca tuve vacaciones, Me empleaba antes de Navidad y terminaba en marzo. El último año, cuando ya estaba saliendo, no aguanté más esa vida y me retiré. Me fui al campo a ayudar a mi mamá. Yo era muy autónoma, no había mucha atención sobre mí, porque eran tantos hijos.
Mis papás me apoyaron siempre, nunca se interpusieron en lo que yo quería. —¿ No había posibilidad de tener otro trabajo, ya que era estudiante universitaria? —Fue el trabajo más rápido que se podía encontrar y yo lo necesitaba. Obviamente que como estudiante de inglés tenía posibilidades como intérprete, o en otros lugares, pero eso era determinado por tu estatus social o por tu color de piel. Yo nunca tuve esa posibilidad. Tampoco las redes. Mis compañeras tenían redes con empresas y con la sociedad, yo no.
Tras egresar, en 1987, se fue a estudiar Derechos Humanos a Holanda. Dice que fue el momento en que su vida cambió -Allá nos juntamos 17 jóvenes de diferentes países, de diferentes continentes, con diferentes lenguas, y para mí eso fue impresionante. Había sudafricanos, palestinos, chinos, japoneses, pakistaníes, todos veníamos de la lucha tercermundista contra las opresiones y todos éramos jóvenes. Entonces, nos comunicamos en inglés, y para mí eso fue la base para fundamentar y sostener la lucha por la diversidad. Nunca antes había visto a gente tan distinta, vistiendo de tan diferentes maneras hablando tan distintas lenguas, juntos, conversando, estudiando.
Eso me transformó el mundo, fortaleció mi condición de ser mujer mapuche y me convirtió en lo que soy hoy. —¿ Usted ha participado en recuperación de tierras?=Sí, y no son violentas, porque, ¿qué tiene un mapuche? Puede tener un weño (el bastón para jugar al palín), pero no hay revólveres ni la cantidad de armamento que tienen la policía y los militares. —También hay violencia desde los mapuches a la gente.
La Araucanía hoy está envuelta en una situación crítica, —Hoy en el Wallmapu existen varias bases de violencia: la policía corrupta que recibe dinero extra por estar allá y le conviene mantener la violencia y se colude con los que venden maderas; están los que roban la madera; está el APRA, que anti guamente fue Patria y Libertad, que defiende sus intereses y para ellos los mapuches son los que tienen que ser liquidados, y están los mapuches que recuperan sus tierras ancestrales. ¿Pero a quiénes se investiga? A los mapuches. No se investiga al APRA, ni el robo de madera, y la policía sigue ahí con sus montajes.
Entonces, con esa lectura, ¿quiénes son los violentos? —¿ Qué falta para que se puedan sentar a conversar de lado y lado? —Esto es como lo que sucedió en Sudáfrica: mientras los blancos mantenían el poder, no hubo solución al apartheid. Tuvo que llegar Mandela para que se instalara el diálogo y la paz.
Porque no es posible que el Estado de Chile siga pretendiendo tomar las decisiones por nosotros. ¿Por qué tendría el ministro de Educación que decidir la enseñanza o no de nuestro idioma? Los capacitados para desarrollar la política del lenguaje y el desarrolo del idioma somos nosotros. “Mientras exista esa relación de poder, de hegemonía de un superior sobre nosotros, no vamos a poder enfrentar de verdad el conflicto. Nosotros tenemos que ser parte de la solución y resolver, no ser los marginales. No es posible que ellos decidan por nosotros”, —¿ Eso es parte de lo que usted quiere hacer en la Convención Constitucional? =Sí, porque toda la vida mi familia buscó eso: decidir. Y eso es lo que vengo a hacer yo